Estudian la misteriosa muerte de gran número de abejas en el Reino Unido, hecho que se está produciendo también en otros países

Expertos del Gobierno británico estudian las posibles causas de la misteriosa muerte de abejas en el Reino Unido, especialmente acusada en los alrededores de Londres.

Los apicultores afirman haber perdido mucho más que el diez por ciento de las colonias de abejas que normalmente mueren durante el invierno.

John Chapple, presidente de la Asociación de Apicultores de Londres, asegura que se le han muerto todas las abejas de treinta de los cuarenta panales que mantiene en la localidad de Acton, al oeste de Londres.

Según Chapple, otros apicultores de las localidades próximas han perdido entre la mitad y un 75 por ciento de sus panales.

Debido a que las abejas polinizan los frutales y distintos tipos de cosechas, el fenómeno puede tener consecuencias desastrosas no sólo para los apicultores sino para el conjunto de la agricultura, advierten los expertos.

En veinticinco Estados de Norteamérica los apicultores han perdido también entre el 50 y el 90 por ciento de sus colonias por culpa de una condición misteriosa conocida como "trastorno del colapso de la colonia".

Ésta consiste en que las abejas abandonan súbitamente sus panales y desaparecen para morir poco después, y algunos expertos creen que esa enfermedad podría haber alcanzado el Reino Unido, algo que no pueden confirmar los científicos del Gobierno.

También en otros países como Polonia, Grecia, Italia, Portugal y España se han dado casos de abejas que, tras salir en busca de polen y néctar, no regresaron a sus panales.

En los años noventa, las poblaciones de abejas del Reino Unido se vieron afectadas muy negativamente por un parásito que las hace más vulnerables a los virus.

Algunos expertos creen que la actual mortandad podría deberse a que el parásito se ha vuelto resistente a los productos utilizados para combatirlo.

El denominado síndrome del despoblamiento ha elevado en los últimos años la tasa de mortandad de las abejas hasta un 50 por ciento y además ha debilitado las colonias hasta alejarlas de su estado productivo óptimo, constituyendo el peor declive apícola desde el primer embate de la varroa de finales de los años 80.