Alerta sanitaria y ecológica ante la plaga de topillos en Castilla y León
La plaga masiva de topillos que está padeciendo Castilla y León ha desatado una fuerte polémica en la región. Mientras muchos agricultores afectados piden el uso masivo de venenos para su exterminio, destacados científicos y ecologistas desaconsejan el uso masivo de raticidas por los efectos adversos que podría tener sobre la salud y la fauna silvestre.
Ésta fue la causa por la que el Gobierno regional decidió dejar de aplicar veneno. «Estamos ante un pico muy importante de explosión demográfica de los topillos. Pero todas las poblaciones cíclicas terminan bajando. Con ésta pasará lo mismo», afirma el que probablemente sea el mejor conocedor de este roedor, el biólogo de la Universidad de Valladolid, Juan José Luque.
Este investigador, que desarrolla su actividad en el Departamento de Ecología Animal Evolutiva de Roedores, asegura que no estamos ante la única explosión poblacional del Microtus arvalis, un roedor autóctono, que hasta hace dos décadas mantenía su hábitat en los prados de altitudes medias y altas de los Pirineos, Picos de Europa y Cordillera Central. «Desde finales de los 80 viene conquistando la meseta norte», afirma.
«No sabemos con total precisión el porqué, pero casi podemos asegurar que el cambio agrícola de la estepa cerealista de secano hacia cultivos de regadío, les ha facilitado la expansión». La apertura de canales de riego, el frescor de los cultivos, las cunetas abiertas con tanta actividad agrícola -donde excavan las madrigueras- y el menor laboreo del suelo, unido a un año atípico sin heladas y copiosas lluvias primaverales, «pueden estar detrás del pico poblacional actual».
No obstante, Luque se muestra sorprendido por la duración del suceso desde que fue detectado en otoño. «Aquellas primeras poblaciones de Tierra de Campos ya están remitiendo, como anunciamos. Pero han surgido núcleos nuevos asincrónicos, que se reproducen en ondas viajantes como ocurre en el Reino Unido» declara.
Sea como sea, la plaga de topillos es causa de alarma de la población -entre la que se han producido una veintena de casos de tularemia-, que se enfrenta en algunos sitios a densidades de hasta 1.300 individuos por hectárea. En condiciones óptimas como las actuales, las hembras pueden parir cada mes cuatro crías. A los 30 días ya son fértiles. Y así hasta miles de ejemplares cada temporada.
Ante la plaga, las asociaciones agrarias reclaman el uso masivo de veneno, como se hizo en primavera en Palencia. Unas 20.000 hectáreas fueron tratadas con clorofacinona, un anticoagulante que pronto tuvo resultados mortales en otros roedores silvestres (liebres y conejos) y palomas. También aparecieron cadáveres de otras especies.
Un informe de la Universidad de León del 19 de marzo alertó del peligro para la salud si se consumían esos animales. Esto, unido a la denuncia de siete asociaciones ecologistas, llevó a las autoridades a dejar de esparcir veneno.«Los análisis demostraron que las palomas tenían el buche lleno de veneno, y sin embargo, los topillos no presentaban hemorragias», señaló el veterinario del Instituto de Recursos Cinegéticos de la Universidad de Castilla-La Mancha, Rafael Mateo. «Dudamos de la eficacia de la clorofacinona tal como se ha aplicado», añadió. «Apoyamos medidas de laboreo y arado en profundidad. Y creemos que no se debe usar el veneno masivamente», señala Fernando Jubete, de Global Nature.
Mientras, la Junta está aplicando medidas de destrucción de cunetas y un uso distinto del raticida, que al estar metido en un tubo impide que sea ingerido por otras especies. Ante la crisis, el secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda, ha ofrecido una ayuda «rápida y contundente» del Gobierno central.