La ciencia reivindica a los perros como guardianes de la salud humana
Pico, pala y canario. Durante siglos, los trabajadores descendían a las minas de carbón con un canario en una jaula. Este animal, al ser más pequeño, sufría los efectos de los gases tóxicos antes que los humanos, así que su estado podía servir de alarma ante una fuga de gas. Más que un canario, era un centinela. Una aproximación similar es la que propone un editorial publicado en la revista Science, escaparate de la mejor ciencia mundial, que sugiere que los perros deberían convertirse en los guardianes de la salud humana. Como comparten el mismo entorno que sus dueños, los perros pueden ayudar a estudiar, por ejemplo, la epidemiología de patógenos transmitidos por vectores, los efectos de la exposición a metales pesados o a microplásticos, e incluso los efectos de las dificultades sociales, argumentan las autoras.
“Los perros son animales especiales porque han coexistido con los humanos durante unos 30.000 años. Al compartir espacio, los factores que pueden influir en su salud son muy similares a los nuestros”, explica Courtney L. Sexton, catedrática de la Universidad de Virginia y coautora del ensayo (junto a Audrey Ruple). Además, la forma en la que los canes se mueven por el mundo hace que tengan mayor incidencia de enfermedades infecciosas. Chupan todo lo que encuentran, pasan más tiempo en zonas pobladas por vectores de enfermedades —como en un prado lleno de garrapatas—, y no tienen costumbres higiénicas. Por último, viven mucho menos que los humanos, así que “a menudo somos capaces de establecer conexiones entre el impacto ambiental y los resultados vitales más rápidamente en ellos”, explica Sexton.