El futuro de las IGP de carne fresca está condicionado por la información que se ofrezca a los consumidores

Indicaciones Geográficas Protegidas de carne han celebrado ayer en Madrid una mesa de trabajo donde se han tratado asuntos relativos al presente y futuro de estas figuras, que se encuadran dentro de las grandes representaciones de calidad diferencia -por el origen geográfico-, aunque bastante desconocidas en nuestro panorama gastronómico.

En la actualidad existen diez Indicaciones Geográficas Protegidas de carne de vacuno (Carne de Ávila, Carne de la Sierra de Guadarrama, Ternera Asturiana, Ternera de Navarra, Carne de Cantabria, Carne de Morucha de Salamanca, Carne de Vacuno del País Vasco, Ternera de Extremadura, Ternera Gallega y Vedella de los Pirineos Catalanes -las cuatro primeras pertenecientes a INVAC-); cinco de cordero (Cordero Manchego, Cordero de Navarra, Lechazo de Castilla y León, Ternasco de Aragón y Cordero de Extremadura –esta última en tramitación-) y una de pollo (Pollo y Capón del Prat), además de algunas certificaciones de pliegos de etiquetado facultativo que incluyen razas autóctonas (como Carne de Retinto o Xata Roxa, ambas dentro de INVAC). Todas ellas poco conocidas por el público consumidor, lo que supone un grave problema para los productores.

Según lo hablado en esta mesa de trabajo y expuesto por José María Molina, Presidente de la Interprofesional de la Carne de Vacuno Autóctono de Calidad (INVAC), “es fundamental continuar con campañas de información y promoción para que el consumidor sea consciente de la existencia de carnes con IGP y, al igual que demanda calidad diferenciada en otros alimentos siga esta dinámica en cuanto a las carnes”. De hecho, mientras que la figura de la Denominación de Origen Protegida (DOP) en vinos, quesos o aceites es conocida -en parte debido a un mayor apoyo institucional- por una gran mayoría de consumidores, a éstos se les hace difícil apreciar diferenciaciones en productos cárnicos.

Durante el transcurso de la mesa de trabajo también se han puesto de manifiesto cómo las IGP favorecen la economía de ciertas zonas desfavorecidas y mantienen la competitividad financiera de los pequeños productores a través de un incremento de sus rentas y la mejora de su nivel de vida, lo que en definitiva potencia y ayuda a desarrollar ciertas áreas rurales. 

Además, las IGP -figuras establecidas en la Unión Europea- cuentan con el máximo reconocimiento europeo, pues estos sistemas de protección de la calidad relacionan el producto con el medio geográfico donde se elaboran, apoyan el patrimonio cultural, favorecen la diversidad de producción agraria y fomentan la conservación del espacio natural.

A lo largo de la reunión se trató también aspectos relativos al esfuerzo económico que supone el control de ciertos requisitos como son el bienestar animal, los sistemas de alimentación, el aprovechamiento de los recursos naturales, la producción en extensivo, el respeto por el medio ambiente, un mayor control en la maduración de las carnes, etc., a los que hacen frente los productores adscritos en la IGP. Todas estas condiciones, en definitiva, aportan un valor añadido a las carnes y unas características organolépticas del producto (más sabor, mejor color, textura más agradable, etc.) que son muy valoradas por los consumidores como garantía de calidad.

Estos requisitos adicionales, según Molina “son controlados y certificados para garantizar que cumplen con las condiciones con respecto al origen, las razas empleadas, el sistema de alimentación y manejo, etc.”

Por último, también se ha manifestado en la mesa de trabajo que estas explotaciones con producción limitada necesitan aunar esfuerzos para encontrar mecanismos comunes para la promoción de sus productos.