Un satélite ha detectado pérdidas de ozono récord sobre la Antártida en 2006

Un satélite ha detectado pérdidas de ozono récord sobre la Antártida en 2006, según informó el lunes la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), reduciendo aún más la capa que protege a la Tierra de la influencia nociva de los rayos ultravioletas.

En la pasada década, el nivel de ozono en la atmósfera del planeta ha disminuido un 0,3 por ciento, aumentando el riesgo de cáncer de piel, cataratas y daño a la vida marina, añadió la ESA.

La presencia de un agujero en la capa de ozono sobre la Antártida fue descubierta en 1985. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) dijo a principios de mes que el agujero se estaba acercando a su tamaño récord de 29 millones de kilómetros cuadrados, registrado en 2000.

La profundidad del agujero, sin embargo, era mayor este año que en 2000, ya que la cantidad de ozono perdido llegó a las 40 millones de toneladas el 2 de octubre, superando la marca de 39 millones de toneladas de 2000, aseguró la ESA en un comunicado.

La pérdida de ozono sobre la Antártida se calcula midiendo su área y profundidad. "Una pérdida de ozono tan grande requiere temperaturas muy bajas en la estratosfera combinadas con la luz solar", apuntó el ingeniero atmosférico de la ESA, Claus Zehner.

"La pérdida extrema de ozono este año puede explicarse por las temperaturas en la Antártida, las más bajas registradas desde 1979," agregó Zehner. La OMM y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente señalaron en agosto que la capa protectora regresaría posiblemente a los niveles anteriores a 1980 en 2049 sobre la mayor parte de Europa, América del Norte, Asia, Australasia, América Latina y África. En la Antártida tardaría hasta 2065.

Los clorofluorocarbonos (CFC) que contienen cloro y bromo han sido culpados del adelgazamiento de la capa de ozono porque atacan sus moléculas haciendo que se desintegren.

Muchos CFC utilizados en actividades de refrigeración, uso de aire acondicionado y limpieza industrial, fueron prohibidos en la Convención de Viena de 1985 y en el Protocolo de Montreal de 1987. Pese a esto, los CFC aún no han desaparecido de la atmósfera, aseguró la ESA.