La plaga del mejillón cebra llega al Segura
El Segura se ha convertido en el tercer río de la Península, tras el Ebro y el Júcar, en ser invadido por la plaga del mejillón cebra, la cual se está propagando a velocidad de vértigo por las cuencas españolas. El presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura, José Salvador Fuentes Zorita, ha confirmado que en las muestras de agua recogidas el pasado mes de diciembre se ha encontrado una preocupante proporción de larvas de estos bivalvos, que están catalogados como una de la especies invasoras más dañinas para los ecosistemas fluviales.
Las larvas se han encontrado diseminadas por toda la cuenca, ya que han aparecido en la cabecera, donde llegan los caudales derivados del Tajo; en Murcia y en la Vega Baja alicantina. Lo peor es que han invadido los canales del Acueducto Tajo-Segura, que cuenta con un complejo sistema de maquinaria para la regulación e impulsión del agua.
Una vez que estas larvas se conviertan en mejillones adultos, podrían causar serios perjuicios en el funcionamiento de los canales del Postrasvase, principalmente en los de la margen derecha que van en dirección a la comarca del Guadalentín y de Almería.
La vertiginosa velocidad con la que se reproducen y los millones de individuos que componen cada colonia provocan numerosos daños en las canalizaciones de agua, obstruyendo tuberías, equipos e impulsiones. Asimismo, atacan a las especies locales, a las cuales se adhieren dificultando sus movimientos, a la vez que provocan malos olores y acentúan la corrosión de los metales.
Donde todavía no se ha detectado el temido invasor es en los pantanos de la provincia de Alicante dependientes de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ). Los embalses controlados en esta provincia son los de Beniarrés, Guadalest, Tibi y Amadorio con la instalación de pateas en la primavera de 2006 y la realización de análisis del agua.
El mejillón cebra ("Dreissena polymorpha") procede del Mar Negro y Caspio, donde se detectó en el siglo XVIII. Se extendió por Europa con la navegación fluvial de los ríos y hace unas décadas empezó a invadir América del Norte.
La vertiginosa velocidad con la que se reproducen y los millones de individuos que componen cada colonia provocan numerosos daños en las canalizaciones de agua, obstruyendo tuberías, equipos e impulsiones. Asimismo, atacan a las especies locales, a las cuales se adhieren dificultando sus movimientos, a la vez que provocan malos olores y acentúan la corrosión de los metales.
Hasta ahora no se ha descubierto un tratamiento químico que permita acabar con esta plaga. Actualmente se cambian las rejillas de conductos y tuberías por otras de menor tamaño para impedir el paso de los mejillones; o bien se limpian depósitos y pequeños embalses.